Jonathan (crónica)


   
    Jonathan

Es un sábado a mediados de diciembre del 2023 en la estación de Don Torcuato, y a las veinte y treinta el calor todavía bochornoso amplifica un panorama apocalíptico.

Sobre uno de los bancos de chapa azul y dura, se derrama el cuerpo extenuado de un muchacho que en poco tiempo dejará atrás una adolescencia que solo transitó en lo formal.

Probablemente se llame Jonathan, Elías o Brian, o alguno de esos tantos nombres en los que se pretende depositar como en un billete de lotería las esperanzas de un futuro tan auspicioso como esquivo.

En su mano descansa como él un secador pequeño y raído.

Para nuestro Jonathan es su herramienta de trabajo, para quienes dejan que limpie su parabrisas, la excusa que de a ratos y superado el temor a ser robados justifica una limosna.

Estoy a punto de tomarle una foto cuando lo despierta el arribo del tren que nos llevará a ambos.

Intento lavar culpas con un billete de mil pesos que debería alcanzarle para engañar el estómago tan solo un rato. Me da las gracias y nos subimos a vagones distintos, como distintas son los calles que solemos transitar desde que ambos llegamos a este mundo que nunca se cansa de ser injusto.

Jonathan recorre los senderos de la pobreza desde hace ya varias generaciones. Probablemente desde siempre. Su piel morena es condena de cuerpo entero, y sus rústicos tatuajes la yerra que termina por demarcarlo como marginal y para siempre.

Negro de mierda le dicen y le he dicho, cuando todavía no entendía lo azaroso tanto de mi “desarrollo” como de su precariedad.

Jonathan no se rinde y por eso sale a trabajar de noche y de día. Intenta hasta el desmayo  llenar las tripas de quienes más quiere, porque aunque su gestualidad adusta y sin matices lo disimule, como todos nosotros, siente, ama, sufre.

Hace lo que puede y lo poco que sabe hacer. Pero trata de no rendirse, aunque probablemente lo haga pronto, cuando ya de rodillas ante la imposibilidad de llevar alimento a su mesa, pongamos en sus manos el arma con la que obligado deberá robarnos, en el mejor de los casos.

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